Bajo el lema "¡La fiesta la hacemos entre todos!", el encuentro desplegó talento, identidad y diversidad a través de coreografías que reflejaron la tarea formativa, social y emocional que cumple la danza en cada rincón del territorio costero.
Un espectáculo que conectó con el público
La conexión con el público fue inmediata. Cada grupo aportó su sello particular: desde la ternura de las infancias en iniciación a la danza hasta la potencia expresiva de los cuerpos juveniles y adultos.
El colorido de los vestuarios, la fuerza de cada movimiento y la calidez de las presentaciones dieron forma a un espectáculo integral que emocionó, divirtió y dejó un mensaje profundo: la danza es mucho más que técnica -es comunidad, inclusión y una verdadera celebración de la vida.
El punto más alto: cuando la emoción tomó el escenario
Uno de los momentos más destacados de la noche -por su emotividad, espontaneidad y ternura- fue protagonizado por adultos mayores de más de 85 años, integrantes de agrupaciones folclóricas como Gauchos de Güemes o Los del Mar.
Su presencia sobre el escenario despertó no solo aplausos y admiración, sino también sonrisas y risas cómplices, en un pasaje cargado de simpatía y alegría pícara. Las respuestas ocurrentes y su carisma natural generaron un momento inolvidable.
Fue un acto de profundo orgullo colectivo, donde se puso en valor su pasión intacta por la danza y el mensaje fue claro: nunca es tarde para compartir, disfrutar y brillar.
Ese instante fue mucho más que una coreografía: fue una verdadera lección de entusiasmo, vitalidad y amor por el arte.


Colorido y sensibilidad en cada presentación
El vestuario vibrante de cada grupo y la sensibilidad expresiva de las coreografías dieron energía y vida a una noche que conectó profundamente con los espectadores.
No faltaron lágrimas, risas y momentos que conmovieron desde el alma.
Más que un espectáculo: un acto de comunidad
Cada grupo compartió no solo su técnica, sino también su historia, su recorrido y el valor humano del proceso artístico. Fue evidente la función social de estos espacios, donde la danza se convierte en herramienta de formación, autoestima, pertenencia e inclusión.
La gala permitió poner en valor el trabajo cotidiano de profesores, instituciones barriales, asociaciones de fomento, clubes y centros comunitarios, que construyen comunidad a través del arte.

Una grilla diversa con sello local
Escoltitas de la Asociación de Fomento San Bernardo, dirigidas por Leyla Castillo, conquistaron con ternura y disciplina.
Casa Pueblo, guiado por Julieta Paniagua, ofreció una intervención juvenil cargada de compromiso social.
Agrupación Gauchos de Güemes, de Villa Clelia, dirigida por Segundo Maltés, trajo la fuerza del malambo y la tradición.
Instituto Ragazza, con sedes en Mar de Ajó y San Bernardo, presentó danzas contemporáneas y árabes bajo la dirección de Abril Koch y Micaela Salorio.
Cobritas Dance y Cobras Juveniles, lideradas por Johanna Racana, irradiaron entusiasmo y energía.
Los del Mar, Asociación de Fomento de Mar de Ajó Norte, Con mas de 30 bailarines de todas las edades, con vestuarios nuevos y una construcción escénica bien argentina.
Urbanitas, del equipo JMP Family y también bajo la dirección de Julieta Paniagua, trajo el pulso vibrante del baile urbano actual.
El cierre contó además con presentaciones de danza fitness y contemporánea de mujeres adultas, que dejaron claro que la pasión no tiene edad.
Un cierre que nadie quiso terminar
Al finalizar, la integrante de la Comisión Organizadora, Marian Arellano, Ofreció unas palabras de agradecimiento, visiblemente emocionada. Pero el público no se movía de sus asientos.
Se vivía un silencio atento, cargado de gratitud, como si todos quisieran estirar un poco más esa noche mágica.
Fue un final emotivo y cálido que selló una jornada donde el arte no solo se vivió, sino que se compartió profundamente.
Mucho más que una entrada
Con un valor general de $3000, el espectáculo superó ampliamente las expectativas. No solo por la calidad de las coreografías, sino también por todo lo que se transmitió desde el escenario: compromiso, emoción, respeto, diversidad y comunidad.
El Teatro Auditorio, esa noche, se reafirmó como el corazón cultural de San Bernardo, dando espacio a expresiones artísticas locales que merecen visibilidad y acompañamiento.
